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4 Cosas que Van a Revolucionar Tu Productividad
Ser productivo no es hacer muchas cosas. Es hacer mejor. Mirá cómo hacerlo:
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Si te interesa, podés leer más sobre esto.
Para darte un pantallazo general sobre el newsletter de hoy…
Vamos a recorrer 3 puntos principales:
Por qué trabajar más está afectando a tu rendimiento
Cómo puede que estés perjudicando tu descanso
Y cómo podés hacer más, trabajando menos tiempo
Empecemos por lo más contundente:
Ser productivo no es hacer muchas cosas. Es hacer mejor.
Terminás agotado, frustrado e insatisfecho porque confundís estar ocupado con ser productivo.
No descansás porque sentís que hiciste todo a medias. Y hacés todo a medias porque no descansás.
El podcast que escuchás, el libro que leés, los hábitos que incorporaste... Todos tienen que apuntar al mismo lugar:
Ser más productivo.
Cada segundo tiene que aprovecharse. Todo tiene que servir para algo.
Que no quede tiempo perdido!
Pero trabajar más, no significa ser más productivo.
Ni más efectivo.
Ni más eficiente.
Y eso es algo que me tengo que recordar TODOS los días.
Siempre quiero hacer de más. Busco la forma de seguir ‘avanzando’ incluso mientras “descanso”.
Termino agotado, me cuesta concentrarme, y no puedo rendir al nivel que quiero.
Asi que si sos de los míos, y tu problema no es tanto la falta de ganas, sino la obsesión compulsiva por hacer más…
Quiero decirte que estás haciendo menos de lo que podrías estar haciendo si estuvieras aplicando lo que te hace realmente productivo.
Pero esto no es otra versión del típico consejo de “tenés que descansar”.
Hoy quiero compartirte todo lo que me ayuda a romper con esa obsesión y cómo podés hacer más con mucho menos para que puedas:
Tener más tiempo libre
Rendir al nivel que buscás
Sentirte satisfecho con lo que hacés a diario
Y dejar atrás esa sensación de agotamiento crónico.
Todo el tiempo a toda hora
En su libro “24/7”, Jonathan Crary dice que el tiempo de descanso y el sueño están desapareciendo.
Como estamos conectados todo el tiempo, ya no tenemos espacio para eso.
No hay pausa, ni introspección.
Vivimos invadidos. Es cada vez más difícil desconectarse.
Terminamos plagando nuestro tiempo libre con tareas, el descanso está lleno de distracciones y la sensación de agotamiento se vuelve constante.
Dice que tu atención queda completamente fragmentada, dispersa entre notificaciones, redes sociales, plataformas de entretenimiento y trabajo.
Eso lo decía hace 10 años (el libro es del 2015). Así que imaginate lo que habrá escalado hasta hoy.
Llegamos a un punto en el que cada segundo que tenemos libre tiene que estar ocupado.
Si vas al baño, ya estás viendo historias en Instagram.
Si esperás el ascensor, tenés que chequear las notificaciones.
Necesitás un estímulo constante.
No hay un momento de desconexión. Solamente cuando dormís.
Pero durante el día, todo nuestro entorno nos empuja a consumir, producir, generar datos.
Y el problema no es solo la falta de descanso sino la manera en la que nos adaptamos al uso intensivo y compulsivo de internet y las redes sociales.
Estamos siendo entrenados, casi que deliberadamente, para vivir distraídos.
Perdemos la capacidad de sostener la concentración, de pensar profundamente y de aplicar nuestro juicio.
Todo se redució a perdernos en el consumo pasivo.
Intentá leer un libro sin agarrar el celular. Intentá sentarte en una plaza sin hacer nada.
¿Podés quedarte a solas con tus pensamientos?
Sin momentos de pausa, nunca te enfrentás a tu propio pensamiento. Siempre hay ruido de fondo.
¿Cómo podés saber qué es lo que querés realmente? ¿Cómo te das cuenta de si estás siguiendo caminos por inercia?
Si nunca parás, no procesás lo que te pasa. Solo reaccionás.
Cuanto menos desconectás, menos control tenés sobre lo que pensás. Y así…
Más vulnerable sos a la distracción, la procrastinación y la impulsividad.
Te volvés reactivo, dependiente y acostumbrás tu cerebro a lo inmediato.
Aparte, no podés pensar profundo cuando cada 10 segundos te interrumpe algo.
No podés crear nada valioso cuando tu mente está fragmentada en mil partes.
Entonces, perdés poder para enfocarte profundamente en algo.
Eso afecta tu nivel de rendimiento y es lo que hace que sientas la necesidad de compensar haciendo más.
“Pero… Más es mejor, no?”
Cuando jugaba al fútbol, hubo una etapa en la que entrenaba todos los días, iba al gimnasio y salía a correr. Intentaba cargar mis días con la mayor cantidad de entrenamiento posible.
Pero ese esfuerzo no se trasladaba a la cancha.
Sentía que no llegaba fresco a los partidos ni a los entrenamientos.
No fue hasta que me lesioné, que pude entender qué era lo que pasaba.
Más, no significaba mejor. Simplemente significaba más.
Me dí cuenta de que no podía entrenar más de lo que entrenaba. No sin lesionarme.
Si vivía constantemente bajo tensión, no iba a poder desplegar toda mi capacidad cuando era realmente necesario.
Entonces, me enfoqué en sumar desde otro lado:
El descanso.
Mi perspectiva cambió por completo.
El sueño se volvió una prioridad, la siesta era obligatoria y empecé a hacer menos de lo que creía que debía hacer.
Quizás me surgía la idea de salir a correr un rato para “soltar las piernas”, pero lo terminaba cambiando por tomarme unos mates con amigos.
Y a partir de eso, empecé a notar como mi rendimiento mejoraba.
Adentro de la cancha lo dejaba todo. Me sentía enfocado, enérgico e incansable.
Pero cuando salía de la cancha, tenía que recordarme de cambiar el enfoque por completo:
Relajarme lo más posible y concentrarme en recargar mi energía.
Entendí que la relajación profunda fuera de la cancha, era lo que me permitía rendir al máximo cuando realmente importaba.
El problema es que hoy, el descanso se ve como una perdida de tiempo.
Se instauró esta cultura del ‘hustle’ que nos bombardea con el mensaje de “tenés que hacer más”.
La hiperproductividad constante es lo único que vale y no podés parar un segundo.
Durante esta etapa lo veía así.
Tomarme un tiempo para hacer menos, era un crimen. Sentía culpa.
Pero hoy me doy cuenta de que..
El descanso no es lo opuesto al trabajo, es parte de él.
No es una perdida de tiempo, sino el momento para recuperarte.
Es como un hacha: si no está afilada, terminás gastando más energía de la que deberías para compensar la falta de filo.
Pero tené cuidado de caer en la trampa moderna…
Puede que pienses que estás descansando, cuando en realidad estás agotándote todavía más.
¿Estás realmente descansando?
Te entiendo…
Quizás estuviste horas sentado en frente de la computadora y ya te sentís saturado.
Estás cansado. Te tirás en la cama y scrolleás. Se siente bien.
Pero cuando soltás el celular ¿no te sentís más agotado todavía?
¿Con menos ganas, menos lucidez?
Lo que pasa es que la mayoría cree que distanciarse del trabajo es agarrar el celular y “relajar” viendo reels y tiktoks.
Pero lo que no entienden es que nuestro enfoque visual tiene gran influencia en nuestra tensión cognitiva.
Cuando fijás la vista en algo cercano, estás focalizando tu atención.
Eso activa el sistema nervioso simpático, asociado con el estado de alerta y esfuerzo. Tus ojos se tensan para mantener el enfoque en un punto específico.
Y sí, adivinaste:
Eso requiere de recursos cognitivos constantes.
Entonces, si tus “descansos” se basan en agarrar el celular para despejar, lamento decirte que en realidad, estás sobrecargándote.
Para relajarte de verdad, tus sistema nervioso tiene que cambiar de estado (pasar de estar alerta a estar relajado), y eso no pasa cuando mirás una pantalla.
Eso no es descanso, es sobrecarga disfrazada de descanso.
Tu cerebro nunca corta, solo cambia de estímulo.
El descanso real implica un estado diferente de actividad cerebral.
Así que vamos a ver cómo podemos ayudar a impulsar diferentes estados de actividad cerebral.
4 formas de impulsar tu productividad
1) Alternar entre extremos
"Los humanos no están hechos para trabajar de la misma manera en que una vaca está hecha para pastar. Estamos hechos para esprintar, descansar y reevaluar, como los leones."
Si lo que buscás es hacer más en menos tiempo, vas a tener que desarrollar la habilidad de alternar entre extremos.
Poder pasar de un estado de tensión a uno de relajación profunda va a cambiar la manera en la que trabajás.
No podés mantenerte concentrado durante horas y horas y seguir rindiendo al mismo nivel.
Tu cerebro funciona mejor cuando respeta sus ciclos naturales en lugar de forzar un estado continuo de productividad.
Los ritmos ultradianos son ciclos que se dan durante el día y regulan la atención, el rendimiento mental, la producción hormonal, entre otros.
Estos ritmos tienen un patrón de acumulación y liberación, y duran aproximadamente 90 minutos, seguidos de una fase de fatiga de 15 a 30 minutos.
Durante estos 90 minutos, el cerebro pasa por períodos de alta eficiencia cognitiva, pero después necesita descanso para evitar la fatiga mental.
Y si no le dás el espacio para que libere esa alta tensión, vas a empezar a trabajar a media máquina.
2) Delimitar espacios sin interferencias
Tu enfoque debería estar puesto en un único punto para poder entrar en un estado de fluidez. Entonces, no podés permitirte ser interrumpido.
Así es como vas a poder hacer valer esos 90 minutos de puro rendimiento.
Tener el celular al lado no es una opción.
Si cada 5 minutos lo agarrás para chequear alguna notificación, tu atención va a dispersarse.
Dejá el celular fuera de tu alcance, por lo menos visual.
Y delimitá tu tiempo sin pantallas. Eso te va a ayudar a que puedas enfocarte al máximo y sacarle el mayor provecho a ese período de pura concentración en el que estás más activo.
Ponete un cronómetro por máximo 90-120 minutos y descansá por al menos 20-30 minutos.
Que eso nos lleva al siguiente punto.
3) Desconexión intencional
En “How to do nothing”, Jenny Odell crítica el sistema moderno y explica que el mercado nos dice que el tiempo solo vale si se monetiza o se usa para mejorar le rendimiento.
Vivimos hiperconectados y eso:
Fragmenta nuestra atención
Roba nuestra capacidad de estar presentes sin estímulos constantes
Y nos condiciona para no poder sostener la concentración por un período extendido.
Entonces, dice que la clave está en la desconexión intencional.
Poder apartarse del enfoque de la hiperproductividad y dejar de justificar todo hábito o actividad con el fin de ser más productivo.
Dice que la contemplación es una gran manera de descanso activo.
Sentarse en un banco en la plaza y observar nuestro alrededor buscando particularidades que nos llamen la atención nos va a despejar realmente.
Otra alternativa que ofrece es la de disfrutar de hacer cosas porque sí.
Como tocar algún instrumento, escribir, dibujar, o inclusive, explorar intereses sin un propósito claro.
4) Descanso real
Como ya vimos, el descanso requiere de un estado diferente de actividad cerebral.
Evitá caer en la trampa de involucrarte en descansos que no recuperan tu energía mental.
Una gran forma de hacer esto es cambiando el enfoque visual.
Si centrar la mirada en un punto específico va a acumular tensión cognitiva, dirigirla hacia un espacio más amplio, va a liberarla.
Cuando dirigís la vista hacia el horizonte o el cielo, no te centrás en un punto fijo, porque no lo hay.
Eso activa el sistema nervioso parasimpático, que está asociado con la relajación.
Como la atención se vuelve más difusa, se reduce la carga cognitiva y percibís una sensación de descanso mental.
Por eso la opción de la contemplación como forma de descanso es muy útil. En lugar de agarrar el celular por 15 minutos, salí a caminar y observá a tu alrededor.
Los descansos bien diseñados mejoran tu calidad de trabajo, tu concentración y tu capacidad de innovación.
Cambiá tu mirada sobre el descanso. No es perder el tiempo, es invertirlo en recuperar energía y creatividad.
Gracias por leer.
Buena semana, que te diviertas.
Bautista.