• Bautista
  • Posts
  • ¿Y Si Te Dijera Que No es Felicidad Lo Que Realmente Querés?

¿Y Si Te Dijera Que No es Felicidad Lo Que Realmente Querés?

¿Cuántas veces escuchaste la frase: “Lo único que quiero en la vida es ser feliz”?

Es una respuesta tan común que probablemente ni siquiera la cuestionaste. Quizás hasta la diste vos mismo alguna vez. Es simple, parece obvia y hasta suena correcta. Pero...

¿Y si te dijera que no es felicidad lo que realmente querés?

No me parece tan obvio que lo que buscamos sea ser felices.

Por ejemplo…

¿Qué te llama más: una película de acción, de romance, drama… o un video eterno de paisajismo en los alpes suizos con música “relajante” que se repite en loop?

Me la juego a que preferís ver la película. Porque se cuenta una historia…

Hay una introducción, se sienta una base sobre la cual se desarrolla un conflicto, y la búsqueda de su resolución es lo que nos da un desenlace que nos intriga.

Siempre hay algo en juego. Hay traición, encuentro, desafío, confusión. Hay búsqueda. Todo ese dinamismo, toda esa aventura… te captura.

Estoy convencido de que muchos se inclinan a la “felicidad” porque en realidad están perdidos, se sienten fuera de lugar, o simplemente se encuentran en una situación que llegó a un punto de agobio.

Entonces, mucha gente quiere evitar el sufrimiento de la ansiedad y el vacío constante, más de lo que quieren ser felices.

Confunden ese deseo de desligarse de las responsabilidades y complicaciones, con la felicidad.

“Solo quiero ser feliz” es una respuesta muy conveniente para sacarse de encima la pregunta de qué querés para tu vida. Porque en la práctica…

¿Cómo se ve? ¿Tenés que hacer algo para alcanzarlo?

“Vos enfocate en ser feliz”, escuchamos constantemente.

Parece el destino obvio: sentirse contento, cómodo, equilibrado.

Pero no es tan así…

Porque la felicidad, entendida como un estado constante de paz, tranquilidad y satisfacción absoluta, es engañosa.

A lo mejor no lo pensaste antes, pero frená un segundo y preguntate…

¿De verdad es eso lo que querés?

¿Un estado de quietud permanente, donde no hay conflicto, ni desafío, ni deseo?

¿Es tan obvio que lo que querés es ser feliz?

La felicidad es un estado de saciedad. Un lugar donde todo es suficiente. Reina la quietud y la pasividad, ningún esfuerzo es necesario, todo está servido.

Es el video ‘relajante’ con 5 tomas y 8 canciones que se repiten en loop infinitamente.

Todos pensamos: “Ay, que lindo! Que tranquilo!“… Pero no nos sentamos 16 horas seguidas a ver los mismos árboles, las mismas lagunas, la misma montaña.

En un principio puede que esa tranquilidad parezca exactamente lo que estabas buscando, pero al rato te encontrás con que..

Querés ver algo nuevo. Distinto. Estás esperando que pase algo.

Pensá en los momentos más significativos de tu vida:

¿Fueron simplemente momentos de tranquilidad, o fueron situaciones que superaste que requirieron de gran esfuerzo y sacrificio?

Si todo es suficiente y no existe la necesidad, entonces tampoco hay lugar para el deseo. No hay búsqueda, no hay determinación, no hay entusiasmo.

La comodidad y la quietud constante son tus peores enemigos.

Bajo esas condiciones, nada puede ser llamativo.

No hay necesidad para la conciencia, para el uso de la razón. Es como estar dormido…

(No, ni siquiera, porque quizás soñás algo que te sacude un poco.)

Es más como: estar en coma.

No pasa nada.

¿Eso es la felicidad que querés?

¿O es más algo como un entusiasmo activo?

Una participación voluntaria en algo que te entusiasme.

Querés sentirte incentivado, inspirado, fascinado. No tranquilo o cómodo.

Involucrarte en algo que te permita—que te obligue a—volcar tu totalidad, no puede ser algo quieto, equilibrado.

Tiene que generarte cierta tensión y te tiene que desafiar. Algo que sea difícil, pero que te ofrezca la oportunidad de esforzarte al máximo por superarlo.

Eso que querés no está detrás de la felicidad, sino detrás de un camino que te exija convertirte en todo lo que podés ser.

No querés ser feliz. No querés comodidad.

Querés algo que te entusiasme profundamente.

¿Querés asentarte en un estado homeostático donde todo esté en equilibrio, o preferís mantenerte al límite del desarrollo, optimizando tu transformación para aumentar las probabilidades de enfrentarte con éxito a las incertidumbres del futuro?

Jordan Peterson

Quizás te pasó que…

Te encontrás con personas que se ven motivadas, que saben lo que quieren. Están determinadas en su búsqueda, y avanzan con convicción hacia lo que se proponen.

Ves en ellos una determinación que te despierta algo, una mezcla de admiración y un poco de incomodidad.

Ves que se esfuerzan por algo que vale la pena para ellos, y querés lo mismo:

Sacrificarte por algo significativo.

Vos también querés sentirte involucrado.

Involucrado en algo que te capture. Un espacio en el que tengas capacidad de expresión y desarrollo. Donde haya lugar para la iniciativa.

Que tu esfuerzo valga la pena, y que genere un efecto, un cambio.

Lo que estás buscando…

Es una aventura.

La quietud es lo contrario a la vida

La vida necesita conflicto para ser vivida. Freud lo entendió con claridad: el único estado sin conflicto es la muerte.

En la quietud absoluta, no hay tensiones, energía ni movimiento.

Y si la vida es todo lo contrario (un juego constante de tensiones y fuerzas en conflicto), entonces esos conflictos son inevitables, pero también esenciales.

Hace un tiempo ya hablé de algo similiar, refiriéndome a que los problemas son inevitables, y que en realidad son lo que le da una dirección, un propósito a la vida.

Nos dan sentido porque nos permiten luchar contra algo.

Podemos volcar nuestra totalidad. Y cuando hablo de volcar tu totalidad hablo de sacrificarte al máximo por algo que creés que vale la pena. Es una entrega absoluta.

La cual Nietzsche cree necesaría. O más que necesaria, considera una condición humana.

El filósofo alemán dice que la autoconservación, es decir, mantener un equilibrio constante, no es el instinto primordial de un organismo vivo, sino que va más allá.

Dice:

“Un ser vivo busca, por encima de todo, descargar su fuerza: la vida misma es voluntad de poder; la autopreservación es solo uno de los resultados indirectos y más frecuentes.”

Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal.

Con descargar esa fuerza y el concepto de voluntad de poder, se refiere a la expresión del poder de uno. Esto que decía de volcar tu totalidad sobre algo significativo.

Quiere decir que hay una energía, una fuerza, dentro de cada uno…

Que TIENE que ser descargada.

Esa energía está, y de no ser dirigida correctamente, puede actuar contra uno mismo.

La quietud, entonces, deja de ser una opción y lo que necesitamos es enfocarnos en una búsqueda.

Algo concreto que podamos enfrentar. Porque ese enfrentamiento se da de una u otra manera:

Si no elegís contra qué luchar, vas a terminar combatiendo contra vos mismo.

Toda esa energía que podría estar puesta en algo significativo se dispersa y se vuelve en tu contra. Empezás a fabricar problemas donde no los hay.

Pero tenemos que dirigirlo hacia algo concreto. Tomarlo y ponerlo delante de nuestros ojos para saber donde descargar toda nuestra fuerza.

Tenés esta energía o este impulso dentro tuyo que si no es canalizado, se “estanca“ y se convierte en el veneno que te destruye.

Tenés que enfrentarte a algo, el conflicto es inevitable.

La única manera de atravesar el abismo es descargando toda tu fuerza

Y para poder hacerlo de la mejor manera, tenemos que estar preparados para entregarnos por completo, volcar nuestra totalidad:

Significa priorizar lo que importa, dejar de lado distracciones y comprometerte con cada acción como si todo dependiera de ese esfuerzo.

  • Estar dispuestos a renunciar a lo que te frena

  • A aprender lo que todavía no sabés

  • Y a trabajar más allá de lo que creías posible.

Pero ese proceso va a requerir de una transformación.

Y para hacerlo, necesitás amigarte con todo lo que sos. No solo con lo que entendés y aceptás, sino también con lo que evitás mirar. Con tus sombras, con lo que no querés reconocer.

Porque en esta búsqueda, las dificultades que enfrentes no solo van a desafiarte. Te van a exigir más de lo que estás acostumbrado. Van a demandar una versión de vos que todavía no existe.

La única manera de responder a ese ‘llamado’ es integrando todo lo que somos. Porque cuanto más integrado estés, mejor armado vas a estar para enfrentar estos desafíos.

Carl Jung lo llamaría “individuación”. Es el proceso de integrar lo consciente y lo inconsciente de uno para llegar a una unidad interior más ‘completa’.

Digamos, para alcanzar tu versión más auténtica posible.

Cuando trabajás en integrar todo lo que sos, no dejás espacio para más. Eliminás los espacios de incongruencia dentro tuyo.

Esos huecos donde lo que hacés, no coincide con lo que sabés que podrías hacer.

Y si das todo lo que tenés, no queda lugar para la insatisfacción que surge de saber que podrías estar haciendo algo mejor.

La insatisfacción no es más que una señal de que hay un potencial sin explorar, un camino sin recorrer.

Cuando entregás tu totalidad, experimentás una satisfacción que viene de adentro. Una certeza que silencia la crítica interna.

Mayor es la satisfacción, menor es la voz que te señala con dudas o reproches.

Esa brecha es lo que te separa de las aventuras que te esperan. Pero…

¿Y si pudieras empezar hoy a cerrar esa brecha?

El primer paso es asumir responsabilidad.

Porque cerrar esa brecha no se da por accidente. Requiere que te hagas cargo de lo que sos, lo que hacés y lo que elegís.

Cuando asumís responsabilidad, te comprometés a convertir el caos de las cosas en un orden que podés manejar.

Es en mantener ese orden, donde surge la aventura.

Asumir responsabilidad: tu puerta hacia la aventura

La mejor manera de encontrar una aventura es asumiendo responsabilidad.

Es el catalizador. Mayor es la responsabilidad, mayor es la aventura.

Empezá por vos mismo: tus acciones, tus decisiones, tus pensamientos. Si te cuesta definir lo que querés, empezá por lo que no querés. Entonces…

Si algo te molesta y está bajo tu control cambiarlo, asumí la responsabilidad de hacerlo.

Encargarse de eso puede ser incómodo, puede abrir desenlaces inciertos y puede generar inestabilidad, miedo y confusión.

Pero ese es el caos que tenés que enfrentar. Ahí está la aventura.

Tu responsabilidad es el acto consciente de aceptar que tenés un rol que cumplir y desafíos que enfrentar, sabiendo que elegiste aceptarlos voluntariamente. Y eso habla mucho de tu carácter.

Asumir responsabilidad significa empezar a resolver los problemas que están bajo tu control.

Por ejemplo…

Supongamos que todos los días llegás tarde al trabajo. Sabés que esto afecta cómo rendís y cómo te ven los demás, pero siempre encontrás excusas: el tráfico, que no suena la alarma, o que te quedaste hasta tarde la noche anterior.

Asumir responsabilidad es preguntarte:

“¿Puede que haya algo que YO esté haciendo mal?“

Es aceptar que el problema no está afuera, sino en tus decisiones: cómo organizás tu día, tus hábitos de sueño, tus prioridades.

Resolver este problema puede parecer insignificante…

Pero en realidad es un acto de valentía y autoafirmación. Es decirte a vos mismo: "Esto depende de mí, y soy capaz de manejarlo."

Es decir: ”Soy responsable de esto”.

Ese pequeño acto de asumir responsabilidad genera un cambio interno, una transformación: te hace sentir más capaz, más seguro, y te prepara para asumir responsabilidades más grandes.

¿Qué pasaría si encarases cada situación de la vida de esa manera?

Volcar tu totalidad es vivir una vida que valga la pena

Por eso necesitás un enfrentamiento. Para volcar tu totalidad. Es la única manera de hacerlo. Combatir algo que requiera una entrega total de tu fuerza.

Es lo que te impulsa a convertirte en todo lo que podés ser.

Al estar en este enfrentamiento, en esta aventura, te transformás, crecés, aprendés, y se vuelve necesario integrar todo lo que sos y podés ser, porque no hay otra alternativa.

Si no volcamos nuestra totalidad en algo significativo, nos revertimos a ser dominados por el resentimiento, la envidia y la apatía.

Dejamos espacio para que ese combate interno y esos conflictos sin resolver, siembren en nosotros fuerzas destructivas.

Porque en el fondo, sabemos que tenemos la oportunidad de ser más y no la estamos aprovechando.

No hay manera de cruzar el abismo si no das todo de vos.

Y de esa entrega absoluta surge la satisfacción, la plenitud, esa manera de enfrentar la vida con un espíritu de juego, de diversión, de abundancia.

Ese acto de estar dispuesto a transformar todas las piedras que te tira la vida, en ositos de peluche.

Es lo que te hablita a transitar los pozos más oscuros de la existencia y salir a la luz con ímpetu y lleno de esperanza.

Es lo que te permite reirte de un chiste malo, sonreírle a un bebé, acariciar un perro, o charlar con la cajera del supermercado.

Es lo que te abre la puerta a una vida que vale la pena vivir.

Y en todo caso, si la felicidad existe y se puede alcanzar, estoy seguro de que se ve algo como eso: una aventura, no la comodidad.

  • Es el fruto del esfuerzo consciente.

  • Es el eco de la integración de nuestra totalidad.

  • Es la recompensa de haber enfrentado el abismo con un espíritu inquebrantable.

No es sonreír porque todo está perfecto, sino porque, más allá del caos, el miedo, y la incertidumbre, encontraste algo por lo que vale la pena sufrir y entregarte por completo.

Gracias por leer.

Buena semana, que te diviertas.

Bautista.