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Cómo Combatir La Ansiedad, El Vacío y La Confusión

Todos tenemos objetivos.

Algunos tendrán unos más ambiciosos, otros más humildes. Puede que algunos tengan el objetivo de no derrumbar su estabilidad, otros que apunten a crear un imperio.

En cualquiera de los dos casos, hay un objetivo.

Un objetivo que te plantea una dirección. Porque intuís que al lugar que querés llegar te ofrece algo más que donde te encontrás.

Por eso es llamativo. Por eso te atrapa. Te entretiene.

No quiere decir que sea siempre divertido, pero involucrarte te da una intención y un propósito, aunque sea momentáneo.

Es entusiasmante encontrarse con señales que te impulsan a seguir en la misma dirección y es reconfortante saber que los esfuerzos que estás haciendo valen la pena.

El asunto se vuelve difícil cuando no sabemos bien a dónde queremos ir, cuando no sabemos cómo llegar a donde queremos estar, cómo hacer lo que queremos hacer, o tener lo que queremos tener.

Cuando no sabés qué hacer en lo cotidiano, en el día a día…

Ahí empiezan los problemas:

Tus esfuerzos se fragmentan al no estar alineados detrás de un objetivo en concreto, y toda esa energía dispersa se vuelve en tu contra.

Perdés orden y dirección, y eso hace que te sientas estancado:

  • Sentís que estás flotando en la nada, sin poder hacer pie

  • Tenés un gran deseo que no tiene dirección y eso te genera ansiedad

  • Te agobia pensar en tus objetivos porque no sabés cómo vas a hacer para alcanzarlos

Perdés dirección, dinámica y se asoma el caos. Porque si no sabés qué hacer en el largo plazo, tenés la esperanza de encontrarte con algo, tarde o temprano.

Cuando un día te levantás y te sentís perdido, confundido, sin saber en qué invertir tu tiempo libre…

(O mejor dicho, tu tiempo propio. Ese espacio que tenés a tu disposición por fuera de obligaciones cotidianas. Esos momentos en que vos tenés el poder de elegir qué hacer.)

Ahí, el caos florece.

Entonces necesitás algo que te ordene. Algo que te simplifique tu área de enfoque y te permita salir de ese bache lleno de caos, ansiedad y confusión.

El problema es que en el intento de salir de ahí, muchos se inclinan a apuntar directamente a donde quieren ir. 

Definir un objetivo y avanzar hacia él parece la recomendación a seguir.

La escuchamos y tiene sentido, pero en realidad eso es lo que te está deteniendo y hundiendo aún más en ese pozo de desorden profundo.

¿Mi observación al respecto?

No estás apuntando lo suficientemente bajo.

¿En qué te estás enfocando?

Hace unos días, me encontré con un video de un chico hablando sobre un concepto que se cruzó en un podcast que él escuchaba todas las mañanas mientras iba al gimnasio.

Menciona que fue algo que le ayudó mucho a mantenerse constante con sus esfuerzos y se trataba de cambiar el paradigma que te orienta.

Dice que muchos se enfocan en “have - do - be” (tener - hacer - ser).

Es esa idea de que para hacer algo, primero tenés que tener determinada cosa que te permita hacerlo. Y una vez que lo hacés, alcanzás a ser quién querés ser.

Suponete que querés ser feliz. Y para eso creés que tenés que tener algo que te permita hacer lo que te haría feliz.

Por ejemplo, tener plata para poder comprarte todo lo que querés y así poder alcanzar la felicidad.

El problema con eso es que, estás relegando tu felicidad hasta que tengas plata. Inconscientemente, no te permitís ser feliz porque todavía no tenés lo que se supone que te conceda la felicidad.

Es cómo si le estuvieses cerrando la puerta a algo que estás constantemente esperando a que llegue. Algo que en sí, es contradictorio ¿no?

Indirectamente te cerrás a la posibilidad de que llegue eso que te va a permitir hacer lo que “necesitás” para alcanzar lo que querés, porque pensás que ese es el orden secuencial.

Pero el chico del video explica que en realidad, teniendo esa idea siempre vas a vivir con la expectativa de que llegue un momento en el que pase algo que cambie tu situación y ahí puedas empezar a vivir realmente como querés.

Bajo ese paradigma, estás apuntando a algo muy lejano y difuso.

Estás alimentando una ilusión que simplemente te va a dejar con la esperanza de un futuro mejor (que nunca alcanzás).

El concepto que a él le cambió la vida, es invertir el orden secuencial:

En lugar de (tener - hacer - ser), cambiarlo a

(Ser - hacer - tener).

Siguiendo este orden, primero deberías identificarte como alguien que es feliz, o por lo menos capaz de ser feliz, y que ese sea tu paradigma para ir y hacer cosas que te abran la posibilidad de tener la felicidad que querés.

Es un enfoque más centrado en cambiar tus narrativas y creencias sobre vos.

Entiendo que busca, no sé si atraer, pero sí abrirse a la posibilidad de mayores oportunidades y experiencias.

Nunca lo había observado tan delicadamente, por eso instantáneamente me llamó la atención. Porque explica esa dinámica que reconozco en mí y en muchos otros cuando nos auto-limitamos esperando a que llegue algo que nos habilite a hacer lo que queremos.

Dije “esta es una idea que puedo llevar a un newsletter y expandir”.

Pero cuando me senté a escribir, me encontré con algo que no me terminó de cerrar…

¿Ser y entonces hacer, o hacer y entonces ser?

En un principio, ya dijimos que poner el ‘tener‘ cómo primer paso no es una opción.

El chico del video nos invita a poner primero el ‘ser’: cambiar nuestras narrativas para identificarnos como alguien capaz de (lo que deseemos), y entonces permitirnos hacer.

Que creo que es útil porque te abre la posibilidad de reconocer que sos capaz o inclusive digno de buscar mejores oportunidades y experiencias. Pero…

Tampoco creo que sea la mejor alternativa.

Yo creo que…

Demostrarse es más certero que convencerse.

Necesitás evidencia de que sos quién creés que sos, sino es muy fácil caer en el autoengaño.

Diría que el orden más práctico y preciso es: “hacer - ser - tener“

Yo entendí esto cuando jugaba al fútbol.

Hubo momentos en los que me era muy difícil confiar en mí mismo dentro de la cancha.

El asunto es que yo creía que para sentirme confiado, tenía que convencerme de que podía. Me tenía que hacer creer la idea de que tenía alguna ventaja por sobre los demás.

Pero era un desafío enorme.

En el fondo sabía que me estaba mintiendo, no podía dejarlo de lado. Obviamente entiendo que si realmente te convencés, te lo terminás creyendo. Pero yo tenía esa limitación que no me permitía sentirme confiado.

Hasta que lo entendí. No podía simplemente decirme: “vos podés” o “sos el mejor”.

No.

Tenía que juntar evidencia.

Tenía que demostrarme que realmente había trabajado. De que el control de la pelota iba a ser bueno, porque entrené para eso.

Pasaba horas pegándole a la pelota contra la pared y controlándola, para después en la cancha poder decirme “esta pelota la controlás sin pensarlo, tenés horas y horas de trabajo.”

Sabía que podía contar conmigo, porque había hecho el esfuerzo constante.

No estaba convencido porque «creía en mí», no.

«Estaba preparado».

No era convencerme de una ilusión, era reconocer el trabajo que había hecho. Era repetir lo que ya había hecho miles de veces.

No se trata de engañarse hasta que conseguís convencerte. Se trata de no dejar espacio para la duda. Es definir las acciones que te van a permitir ser quien querés ser, y cumplirlas.

Juntar evidencia de que sos quién decís que sos. No de alimentar la ilusión de que sos quién te gustaría.

Así la responsabilidad recae en vos. Si no, es muy fácil echar culpas y encontrar excusas.

De esta manera te hacés cargo de lo que podés controlar y definís tu éxito por cuanto te aferraste a las acciones y al esfuerzo que te propusiste.

No dejás que circunstancias ajenas determinen el valor de tu esfuerzo. Definir tu éxito por cuestiones que no dependen de vos, no es sano ni efectivo ni realista.

“Genial Bauti pero…

¿Cómo me va a ayudar todo esto a ordenarme y dejar de lado el caos, la ansiedad y la confusión?”

3 pasos para apuntar lo suficientemente bajo: tus acciones cotidianas

"La mayoría de las personas sobreestiman lo que puede lograr en un año y subestiman lo que puede alcanzar en diez."

Bill Gates

Es muy común pensar que los resultados extraordinarios vienen de acciones extraordinarias. Pero lo que es realmente extraordinario es la consistencia con el sostenimiento de las acciones ordinarias.

Eso es lo que trae resultados excepcionales.

Tus acciones cotidianas, esas que quizás pasan desapercibidas, son lo que te construye. Son tu mayor activo.

En vez de querer controlar cosas que recaen más allá de vos, podés simplificar las cosas en las que fijás tu atención. Eso te va a dar orden.

Si podés encontrar las acciones que te lleven a donde querés ir, vas a tener un principio que te oriente en el día a día.

Concentrarte en esas acciones va a ser tu principal enfoque. Eso te va a simplificar la vida. De esa manera podés erradicar esa nebulosa que te mantiene estancado.

Esto no quiere decir que sea fácil, por eso la mejor manera para encontrar un orden sólido, es siguiendo estos 3 pasos:

1) Tener una ‘Visión‘ que te oriente en la dirección correcta

Tener una visión a largo plazo es tener un norte. Es preguntarte seriamente qué es lo que querés para tu futuro e ilustrar un voceto de cómo te gustaría que se viera.

Eso te va a dar una idea, quizás un poco difusa, de hacia donde moverte. No tiene que ser exageradamente específico, lo importante es que te ayude a identificar en qué dirección querés moverte.

En el camino irás aclarando el panorama.

Esta visión te va a brindar también un modelo de quién querés ser y a partir de eso, podés enfocarte en las acciones que te acerquen a ese ideal.

Podés definir tu visión siguiendo la estructura del ecosistema de planificación, que integra tus enfoques a mediano y corto plazo con tus objetivos en el largo plazo.

2) Identificar las acciones (y atributos) que conforman a tu ideal

Teniendo claro quién te gustaría ser podés distinguir los atributos que conforman a ese ideal. Así, podés también reconocerlos en otras personas. Eso te va a guiar para ver qué acciones llevan a esos atributos.

  • ¿Qué querés alcanzar?

  • ¿Quién tenés que ser para alcanzar eso?

  • ¿Qué atributos conforman a esa persona que tenés que ser para alcanzar lo que querés?

  • ¿Qué acciones definen a esos atributos?

Enfocáte en esa acciones.

Por ejemplo:

«Quiero construir algo trascendente. ¿Quién puede hacer eso?

Alguien con paciencia y perseverancia. ¿Quién es alguien con paciencia y perseverancia?

Alguien con determinación, que está dispuesto a seguir haciendo sin ver avances, que no se desmorona ante la incertidumbre.

¿Qué puedo hacer para ser paciente y perseverante?

  • Actuar sin depender de mi motivación.

  • Entender y aceptar que no voy a ver resultados inmediatamente.

  • Tomar las decisiones que crea correctas y alineadas con mis valores y objetivos.»

3) Comprometerte con esas acciones

Tené bien claras cuáles son esas acciones que te van a convertir en quién querés ser y comprometete a cumplirlas. Ahí está la responsabilidad que te va a ordenar.

Una herramienta útil para mantener ese compromiso es el ejercicio de los recordatorios de identidad.

Los resultados extraordinarios son la acumulación de acciones ordinarias en el largo plazo. No subestimes el cambio que podés generar con lo que hacés a diario.

El enfoque de «hacer para ser» está puesto en:

  • Apuntar a lo que podés controlar - tus acciones cotidianas orientadas en la dirección correcta

  • Juntar evidencia - actuar bajo lo que te propusiste más allá de inconveniencias e incomodidades

  • Y demostrarte que sos capaz de convertirte en quién querés ser -esforzarse, mantener el compromiso y reconocer el trabajo

Es un enfoque indirecto que está relacionado con la idea de que lo que querés alcanzar no está en la dirección que pensás.

En lugar de ir detrás de cosas que te van a escapar, te enfocás en una búsqueda significativa que va a atraer lo que querés alcanzar como un producto secundario del camino que trazás.

Enfocáte en comprometerte con las acciones que conforman a los atributos que definen a la persona que alcanza lo que querés.

Ese es el mejor camino para vivir con plenitud, armonía y satisfacción.

Gracias por leer, buena semana.

Que te diviertas.

Bautista.